Las palabras de los Papas

… Se sabe por qué Tomás se opuso. Por qué no quiso aceptar la verdad de la resurrección. En esto no era diferente de los otros Apóstoles. Tenían dificultades análogas. (…) Tomás no estaba con ellos cuando vino Cristo por vez primera al Cenáculo. De ahí su reserva. Su «incredulidad». Pidió una prueba. La misiva prueba que ya habían tenido los otros. No le bastaban sus palabras e informaciones. Quería convencerse personalmente. Quería ver con los propios ojos. Quería tocar. Y obtuvo lo que pidió. Su «incredulidad» vino a ser en cierto sentido una prueba suplementaria. (…)  Precisamente porque se oponía a la noticia de la resurrección, ha contribuido indirectamente a hacer que la noticia adquiriese todavía mayor certeza. Tomás «incrédulo» se hace, en cierto modo, portavoz singular de la certeza de la resurrección. Como afirma San Gregorio Magno, «la incredulidad de Tomás nos ha sido mucho más útil respecto a la fe, que la fe de los otros discípulos. En efecto, mientras Tomás es llevado de nuevo a la fe mediante el tacto, nuestra mente se consolida en la fe con la superación de toda duda. Así el discípulo que dudó y tocó, se convierte en testigo de la realidad de la resurrección» (XL Homiliarum in Evangelia, lib. II, Homil. 26, 7; PL 76, 1201). (San Juan Pablo II – Regina Caeli, 22 de abril de 1979)

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