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En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.

Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí está tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí está tu madre». Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él».

La roca. Así es el Señor. Quien confía en el Señor siempre estará seguro, porque sus cimientos están sobre la roca. Eso dice Jesús en el Evangelio. Habla de un hombre sabio que construyó su casa sobre la roca, es decir, sobre la confianza en el Señor, sobre cosas serias. Y esta confianza también es un material noble, porque los cimientos de esta construcción de nuestra vida son seguros, fuertes.

Y nuestra vida puede ser así incluso cuando mis cimientos no son fuertes. Llega la tormenta —y todos tenemos tormentas en la vida, todos, desde el Papa hasta el último, todos— y no podemos resistir. Muchos dicen: «No, cambiaré mi vida». Y piensan que cambiar mi vida es «maquillarse». Cambiar mi vida significa cambiar los cimientos de la vida, es decir, poner la roca allí, que es Jesús. «Quisiera restaurar este edificio, este palacio, porque es muy feo, muy feo, y quisiera embellecerlo un poco y también asegurar los cimientos». Pero si me maquillo y me invento un romance, las cosas no avanzarán; se derrumbarán. Con las apariencias, la vida cristiana se derrumba. No podemos construir nuestra vida sobre cosas pasajeras, sobre apariencias, fingiendo que todo está bien. Vayamos a la roca, donde está nuestra salvación. Y allí seremos felices. Todos. (Papa Francisco – Homilía en Santa Marta, 5 de diciembre de 2019)

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