Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

He aquí, una primera pregunta que podemos hacernos: ¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué busco yo al Señor? ¿Cuáles son las motivaciones de mi fe, de nuestra fe? Necesitamos discernirlo porque entre las muchas tentaciones que tenemos en la vida, entre las tantas tentaciones (…) hay una que podríamos llamar tentación idolátrica. Es la que nos impulsa a buscar a Dios para nuestro propio provecho, para resolver los problemas, para tener gracias a Él lo que no podemos conseguir por nosotros mismos, por interés.  Pero así, la fe es superficial y —me permito la palabra— la fe es milagrera: buscamos a Dios para que nos alimente y luego nos olvidamos de Él cuando estamos satisfechos. (…) Nos puede ayudar una segunda pregunta que la multitud dirige a Jesús: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?» (…) Y Jesús indica el camino: responde que la obra de Dios es acoger a quien el Padre ha enviado, es decir, acogerle a Él mismo, a Jesús. No es añadir prácticas religiosas u observar preceptos especiales; es acoger a Jesús, es acogerlo en la vida y vivir una historia de amor con Jesús. Será Él quien purifique nuestra fe. No podemos hacerlo por nosotros mismos. Pero el Señor desea una relación de amor con nosotros: antes de las cosas que recibimos y hacemos, está Él para amar. (Ángelus, 1 de agosto de 2021)

Detrás de estos personajes está Satanás, sembrador de odio en la mujer, sembrador de vanidad en la niña, sembrador de corrupción en el rey. Y el “hombre más grande nacido de mujer” terminó solo, en una celda oscura, por el capricho de una bailarina vanidosa, el odio de una mujer diabólica y la corrupción de un rey indeciso. Es un mártir, que dejó que su vida se apagara, se apagara, se apagara, para dar paso al Mesías. La vida sólo tiene valor en darla, en darla en amor, en verdad, en darla a los demás, en la vida cotidiana, en la familia. Darlo siempre. Si alguien toma la vida para sí, para custodiarla, como el rey en su corrupción o la dama con odio, o la muchacha, la muchacha, con su propia vanidad -un poco adolescente, inconsciente- la vida muere, la vida acaba marchita, es inútil. (Casa Santa Marta, 8 de febrero de 2019)

Detengámonos en la actitud de los paisanos de Jesús. Podemos decir que ellos conocen a Jesús, pero no lo reconocen. (…) En realidad, no se han dado nunca cuenta de quién es realmente Jesús. Se detienen en la exterioridad y rechazan la novedad de Jesús. Y aquí entramos precisamente en el núcleo del problema: cuando hacemos que prevalezca la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios, es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender. (…) Pero sin apertura a la novedad y sobre todo —escuchad bien— apertura a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga y se convierte en una costumbre, una costumbre social. He dicho una palabra: el asombro. ¿Qué es el asombro? El asombro es precisamente cuando sucede el encuentro con Dios: “He encontrado al Señor”. Leemos en el Evangelio: muchas veces, la gente que encuentra a Jesús y lo reconoce, siente el asombro. Y nosotros, con el encuentro con Dios, tenemos que ir en este camino: sentir el asombro. Es como el certificado de garantía que ese encuentro es verdad, no es costumbre. (Ángelus, 4 de julio de 2021)

Comentarios recientes
    Categorías