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Sirácida 5, 1-10

No confíes en tus riquezas
ni digas: «Con ellas todo lo tengo».
No te dejes arrastrar por tus instintos y pasiones,
ni sigas tus antojos y caprichos.

No digas: «Yo a nadie me someto»,
porque el Señor te pedirá cuentas.
No digas: «He pecado y nada me ha sucedido»,
porque el Señor es paciente para castigar.

No confíes en el perdón de Dios
para amontonar pecado tras pecado, diciendo:
«Su misericordia es grande
y él perdonará todas mis culpas»,
porque en él hay misericordia, pero también hay cólera,
y descarga su ira sobre los malvados.

No tardes en volverte al Señor,
ni lo dejes de un día para otro,
porque su furor estalla de repente
y perecerás en el día del castigo.
No confíes en el engañoso dinero,
que de nada te servirá en el día del juicio.

Marcos 7, 14-23

En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro».

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: «¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?» Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.

Luego agregó: «Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre».

Hebreos 13, 1-8

Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.

Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio, Dios los habrá de juzgar.

Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?

Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre

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