Juan Al oír hablar de las obras de Jesús, a Juan le asalta la duda de si realmente es el Mesías o no. El texto subraya que Juan se encuentra en la cárcel, y esto, además de en el lugar físico, hace pensar en la situación interior que está viviendo: en la cárcel hay oscuridad, falta la posibilidad de ver claro y ver más allá. De hecho, el Bautista ya no logra reconocer Jesús como Mesías esperado. Está asaltado por la duda y envía a los discípulos a verificar: “Id a ver si es el Mesías o no”. Pero esto significa que también el creyente más grande atraviesa el túnel de la duda. Y esto no es un mal, es más, a veces es esencial para el crecimiento espiritual: nos ayuda a entender que Dios es siempre más grande de cómo lo imaginamos; las obras que realiza son sorprendentes respecto a nuestros cálculos; su acción es diferente, siempre, supera nuestras necesidades y nuestras expectativas; y por eso no debemos dejar nunca de buscarlo y de convertirnos a su verdadero rostro. Así hace el Bautista: ante la duda, lo busca una vez más, lo interroga, “discute” con Él y finalmente lo descubre. Juan, definido por Jesús el mayor entre los nacidos de mujer (cfr. Mt 11,11), nos enseña a no cerrar a Dios en nuestros esquemas. Este es siempre el peligro, la tentación: hacernos un Dios a nuestra medida, un Dios para usarlo. Y Dios es otra cosa. (Papa Francisco, Ángelus, 11 de

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