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El Evangelio de este domingo se abre con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10, 25). Sabiéndole experto en Sagrada Escritura, el Señor invita a aquel hombre a dar él mismo la respuesta, que de hecho este formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Entonces, el doctor de la Ley, casi para justificarse, pregunta: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Esta vez, Jesús responde con la célebre parábola del «buen samaritano» (cf. Lc 10, 30-37), para indicar que nos corresponde a nosotros hacernos «prójimos» de cualquiera que tenga necesidad de ayuda. (…) Este relato del Evangelio ofrece el «criterio de medida», esto es, «la universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado “casualmente” (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea» (Deus caritas est, 25). Junto a esta regla universal, existe también una exigencia específicamente eclesial: que «en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad». El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31). (Benedicto XVI – Ángelus, 11 de julio

Las palabras de los Papas

«No tengáis miedo» (Mt 10,31). La invitación a la confianza resuena tres veces en la proclamación del Evangelio de hoy. El Señor Jesús, el Resucitado, nos la repite hoy, la repite a la humanidad […] A nuestro alrededor, queridos hermanos y hermanas, y a veces incluso dentro de nosotros, se esconde la fascinación de lo relativo y cambiante, de lo que, en su carácter provisional, no compromete plenamente. La verdad cede así al relativismo de las opiniones. En este contexto, los creyentes, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo, están llamados a ser una presencia crítica ante toda imperfección y error para servir a la verdad sin vacilaciones ni temores. Esta es una deuda que la Iglesia tiene, en particular, con las jóvenes generaciones, cuya aspiración natural a un mundo nuevo solo puede encontrar una respuesta satisfactoria en Cristo, la única auténtica «novedad» de la historia. […] Hoy no es tiempo de ocultar el Evangelio, sino de «predicarlo desde las azoteas» (cf. Mt 10,27). (San Juan Pablo II – Visita pastoral a Foligno, Homilía 20 de junio de 1993)

Anunciar que Dios está cerca. ¿Pero cómo hacerlo? En el Evangelio Jesús aconseja no decir muchas palabras, sino realizar muchos gestos de amor y de esperanza en el nombre del Señor; no decir muchas palabras, sino realizar gestos: «Curad enfermos – dice – resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis: dadlo gratis» (Mt 10,8). Este es el corazón del anuncio: el testimonio gratuito, el servicio.  (Papa Francisco – Ángelus, 18 de junio de 2023)

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