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Jesús alaba al Padre porque favorece a los pequeños. Es lo que Él mismo experimenta predicando en los pueblos: los “sabios” y los “inteligentes” permanecen desconfiados y cerrados, hacen cálculos; mientras que los “pequeños” se abren y acogen el mensaje. Esto solo puede ser voluntad del Padre, y Jesús se alegra. (…) Jesús reza alabando al Padre. Y su oración nos conduce también a nosotros, lectores del Evangelio, a juzgar de forma diferente nuestras derrotas personales, las situaciones en las que no vemos clara la presencia y la acción de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo. Jesús, que también recomendó mucho la oración de súplica, precisamente en el momento en el que habría tenido motivo de pedir explicaciones al Padre, sin embargo, lo alaba. Parece una contradicción, pero está ahí, la verdad. (…) También es ese el tiempo de la alabanza, como Jesús que en el momento oscuro alaba al Padre. Para que aprendamos que a través de esa cuesta, de ese sendero difícil, ese sendero fatigoso, de esos pasajes arduos, se llega a ver un panorama nuevo, un horizonte más abierto. Alabar es como respirar oxígeno puro: te purifica el alma, te hace mirar a lo lejos, no te deja encerrado en el momento difícil y oscuro de las dificultades. (Audiencia general, 13 de enero de 2021)

Su contribución a una gran misión: apoyarnos para llevar la palabra del Papa a todos los hogares

SU CONTRIBUCIÓN A UNA GRAN MISIÓN: APOYARNOS PARA LLEVAR LA PALABRA DEL PAPA A TODOS LOS HOGARES

  • Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyrig

Hoy puede ser «un día de examen de conciencia», como un «estribillo» espiritual las palabras pronunciadas por el Señor a las ciudades que no siguieron sus enseñanzas: «“Ay de ti, ay de ti”, porque te di tanto, me di a mí mismo, te elegí para ser cristiano, para ser cristiana, y prefieres una vida a medias, una vida superficial: sí, un poco de cristianismo y de agua bendita, pero nada más». De hecho, explicó, «cuando vivimos esta hipocresía cristiana, lo que hacemos es alejar a Jesús de nuestros corazones. Fingimos que lo tenemos con nosotros, pero lo hemos echado. Somos cristianos, orgullosos de ser cristianos, pero vivimos como paganos». (…) Y «este hábito nos hace mal, porque reducimos el Evangelio a un hecho social, sociológico, y no a una relación personal con Jesús». En realidad, continuó Francisco: «Jesús me habla, te habla, nos habla a cada uno de nosotros. El llamamiento de Jesús es para cada uno de nosotros». Y luego uno se pregunta: «¿Cómo es que esos paganos que, tan pronto como escuchan el sermón de Jesús, van con él y yo, que he nacido aquí en una sociedad cristiana y para mí el cristianismo es como un hábito social, una prenda que me pongo y luego la dejo?». Así es como «Jesús llora por cada uno de nosotros cuando vivimos el cristianismo formalmente, al menos no realmente». (Homilía Santa Marta, 5 de octubre de 2018)

 Jesús mismo, enviando a sus discípulos en misión, les dice: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mateo 10, 40). Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente “el Señor”, es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida. No importa si luego, como toda persona humana, tiene sus límites y también sus errores —con tal de que tenga la humildad de reconocerlos—; lo importante es que no tenga el corazón doble —y esto es peligroso. (…) Y aquí nuestra experiencia de sacerdotes nos enseña una cosa muy bonita, una cosa muy importante: es precisamente esta acogida del santo pueblo fiel de Dios, es precisamente ese «vaso de agua fresca» (v. 42) del cual habla el Señor hoy en el Evangelio, dado con fe afectuosa, ¡que te ayuda a ser un buen sacerdote! Hay una reciprocidad también en la misión: si tú dejas todo por Jesús, la gente reconoce en ti al Señor; pero al mismo tiempo te ayuda a convertirte cada día a Él, a renovarte y purificarte de los compromisos y a superar las tentaciones. Cuanto más cerca esté un sacerdote del pueblo de Dios, más se sentirá próximo a Jesús, y un sacerdote cuanto más cercano sea a Jesús, más próximo se sentirá al pueblo de Dios. (Ángelus, 2 de julio de 2017)

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