Archivo de la categoría ‘Palabras del Santo Padre’

El Evangelio de la Liturgia de hoy, Solemnidad de los Santos Patronos de Roma, recoge las palabras que Pedro dirige a Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Es una profesión de fe, que Pedro pronuncia no en base a su entendimiento humano, sino porque Dios Padre se la inspiró. El apóstol Pablo tiene su propio camino, él también pasó por una lenta maduración de la fe, experimentando momentos de incertidumbre y duda. A la luz de esta experiencia de los santos apóstoles Pedro y Pablo, cada uno de nosotros puede preguntarse: cuando profeso mi fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, ¿lo hago con la conciencia de que siempre debo aprender, o presumo que «ya lo tengo todo resuelto»? Y de nuevo: en las dificultades y pruebas, ¿me desanimo, me quejo, o aprendo a hacer de ellas una oportunidad para crecer en la confianza en el Señor? Porque él —escribe Pablo a Timoteo—nos libra de todo mal y nos lleva con seguridad al cielo (cf. 2 Tm 4,18). Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, nos enseñe a imitarlos avanzando día a día por el camino de la fe. (Ángelus,

Jesús no quiere proponer una nueva ley civil, sino más bien el mandamiento del amor del prójimo, que implica también el amor por los enemigos: «Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen» (v. 44). Y esto no es fácil. Esta palabra no debe ser entendida como aprobación del mal realizado por el enemigo, sino como invitación a una perspectiva superior, a una perspectiva magnánima, parecida a la del Padre celeste, el cual —dice Jesús— «que hace surgir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (v. 45). (Ángelus, 19 de febrero de 2017)

Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza. Es un semilla muy pequeña, y sin embargo se desarrolla tanto que se convierte en la más grande de todas las plantas del huerto: un crecimiento imprevisible, sorprendente. No es fácil para nosotros entrar en esta lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida. Pero hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones. Dios es siempre el Dios de las sorpresas. El Señor siempre nos sorprende. Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, tanto en el plano personal como en el comunitario. En nuestras comunidades es necesario poner atención en las pequeñas y grandes ocasiones de bien que el Señor nos ofrece, dejándonos implicar en sus dinámicas de amor, de acogida y de misericordia hacia todos. La autenticidad de la misión de la Iglesia no está dada por el éxito o por la gratificación de los resultados, sino por el ir adelante con la valentía de la confianza y la humildad del abandono en Dios. Ir adelante en la confesión de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo. Es la consciencia de ser pequeños y débiles instrumentos, que en las manos de Dios y con su gracia pueden cumplir grandes obras, haciendo progresar su Reino que es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14, 17). (Ángelus, 17 de junio de 2018)

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