Archivo de la categoría ‘Todo de Todo (Futbol)’

Hoy el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores se apresuran a Belén tras haber recibido el anuncio de los ángeles, (cf. Lc 2,15-16), ella permanece en silencio. El silencio de la Madre es un rasgo hermoso. No es una simple ausencia de palabras, sino un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza. San Lucas observa que «María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (2,19). De este modo, hace un lugar en su interior para Aquel que ha nacido; en silencio y adoración, pone a Jesús en el centro y da testimonio de Él como Salvador. María, la Madre del silencio; María, la Madre de la adoración. Así, es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo da a luz, sin ocupar su lugar. Ella permanecerá en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole un lugar y engendrándolo para nosotros. Un religioso y poeta del siglo XX escribió: «Virgen, catedral del silencio / […] tú llevas nuestra carne al paraíso / y a Dios en la carne» (D.M. TUROLDO, Laudario alla Vergine. «Via pulchritudinis», Bolonia 1980, 35). “Catedral del silencio”: es una bella imagen. Con su silencio y humildad, María es la primera «catedral» de Dios, el lugar donde Él y el hombre pueden encontrarse. Pero también nuestras madres, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego continúan acompañándonos, muchas veces sin que nos demos cuenta, para que podamos crecer. Recordémoslo: el amor nunca sofoca, el amor hace un lugar para el otro. El amor nos hace crecer. Hermanos y hermanas, al comienzo del nuevo año miremos a María y, con corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dar espacio a los demás, respetando su dignidad, dejándolos libres para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy tenemos tanta necesidad de esto, ¡tanta! ¡Tanta necesidad de silencio para escucharnos!  (Ángelus, 1 de enero de 2024)

Nos llena de confianza y esperanza saber que el Señor nació por nosotros; que la Palabra eterna del Padre, el Dios infinito, puso su morada entre nosotros; que se hizo carne, vino «y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). ¡Esta es la noticia que cambia el curso de la historia! El anuncio de Belén es «una gran alegría» (Lc 2,10). ¿Qué alegría? No es la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión, sino una “gran” alegría, porque nos hace “grandes”. Hoy, en efecto, nosotros seres humanos, con nuestros límites, abrazamos la certeza de una esperanza inaudita, la de haber nacido para el cielo. Sí, Jesús nuestro hermano vino a hacer que su Padre sea nuestro Padre. Siendo un Niño frágil, nos revela la ternura de Dios; y mucho más: Él, el Unigénito del Padre, nos da el «poder de llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Esta es la alegría que consuela el corazón, que renueva la esperanza y da la paz; es la alegría del Espíritu Santo, la alegría de ser hijos amados. (…) ¡Cristo ha nacido por ti! Alégrate tú, que has abandonado la esperanza, porque Dios te tiende su mano (…) para aliviarte de tus fatigas y mostrarte que a sus ojos eres valioso como ningún otro. (Urbi et Orbi, 25 de diciembre de 2023)

Hoy empieza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad, invitándonos a levantar la mirada y abrir nuestros corazones para recibir a Jesús. En Adviento, no vivimos solamente la espera navideña, también estamos invitados a despertar la espera del glorioso regreso de Cristo —cuando volverá al final de los tiempos— preparándonos para el encuentro final con él mediante decisiones coherentes y valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo y también nuestro encuentro personal: el día que el Señor nos llame. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir alimentando esperanzas, alimentando sueños para un futuro nuevo. (…) Pero ¿cuál es el horizonte de nuestra espera en oración? En la Biblia nos lo dicen, sobre todo, las voces de los profetas. Hoy, es la de Jeremías, que habla al pueblo sometido a la dura prueba del exilio y que corre el riesgo de perder su identidad. También nosotros, los cristianos, que somos pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en “mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso de “paganizar” el estilo cristiano. Por eso necesitamos la Palabra de Dios que, a través del profeta, nos anuncia: “Mirad que días vienen en que confirmaré la buena palabra que dije (…) Haré brotar para David un Germen justo y practicará el derecho y la justicia en la tierra” (33, 14-15) Y ese germen justo es Jesús que viene y que nosotros esperamos. (Ángelus, 2 de diciembre de 2018)

Su contribución a una gran misión: apoyarnos para llevar la palabra del Papa a todos los hogares

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  • Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Su parroquia podría usar un texto diferente
Angelus prayer and Holy Rosary

02-12-2024 05:00

Angelus prayer and Holy Rosary

From the Holy House in Loreto, recitation of the Angelus prayer and Rosary

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