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De esta manera Juan termina su vida «bajo la autoridad de un rey mediocre, ebrio y corrupto, por el capricho de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera». Así, «termina un grande, el hombre más grande nacido de mujer» (…) pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, esos hombres, mujeres y niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus casas, torturados, masacrados». Esto «no es algo del pasado: hoy sucede esto. Nuestros mártires, que terminan su vida bajo la autoridad corrupta de gente que odia a Jesucristo». Por eso «nos hará bien pensar en nuestros mártires. (…) «Yo también moriré. Todos nosotros moriremos. Nadie tiene la vida “comprada”. También nosotros, queriéndolo o no, vamos por el camino del abajamiento existencial de la vida». Y esto, dijo, le impulsa «a rezar para que este abajamiento se asemeje lo más posible al de Jesucristo, a su abajamiento». (Santa Marta, 6 de febrero de 2015)

El obstáculo que impide a estas personas reconocer la presencia de Dios en Jesús es el hecho de que Él es humano, es simplemente hijo de José el carpintero: ¿cómo puede Dios, omnipotente, revelarse en la fragilidad de la carne de un hombre? ¿Cómo puede un Dios omnipotente y fuerte, que ha creado la tierra y ha liberado a su pueblo de la esclavitud, cómo puede debilitarse hasta llegar a la carne y abajarse para lavar los pies de los discípulos? Ese es el escándalo. Hermanos y hermanas, una fe fundada en un Dios humano, que se abaja hacia la humanidad, que la cuida, que se conmueve por nuestras heridas, que toma sobre sí nuestros cansancios, que se parte como pan para nosotros. (…) es un escándalo (…) necesitamos el escándalo de la fe-, una fe arraigada en el Dios que se ha hecho hombre y, por tanto, una fe humana, una fe de carne, que entra en la historia, que acaricia la vida de la gente, que sana los corazones rotos, que se convierte en levadura de esperanza y germen de un mundo nuevo.  (Concelebración eucarística en Trieste, 7 de julio de 2024)

El obstáculo que impide a estas personas reconocer la presencia de Dios en Jesús es el hecho de que Él es humano, es simplemente hijo de José el carpintero: ¿cómo puede Dios, omnipotente, revelarse en la fragilidad de la carne de un hombre? ¿Cómo puede un Dios omnipotente y fuerte, que ha creado la tierra y ha liberado a su pueblo de la esclavitud, cómo puede debilitarse hasta llegar a la carne y abajarse para lavar los pies de los discípulos? Ese es el escándalo. Hermanos y hermanas, una fe fundada en un Dios humano, que se abaja hacia la humanidad, que la cuida, que se conmueve por nuestras heridas, que toma sobre sí nuestros cansancios, que se parte como pan para nosotros. (…) es un escándalo (…) necesitamos el escándalo de la fe-, una fe arraigada en el Dios que se ha hecho hombre y, por tanto, una fe humana, una fe de carne, que entra en la historia, que acaricia la vida de la gente, que sana los corazones rotos, que se convierte en levadura de esperanza y germen de un mundo nuevo.  (Concelebración eucarística en Trieste, 7 de julio de 2024)

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